Cada vez tengo más la certeza de que tiene que realizarse un
cambio en nuestra sociedad. No solo un cambio político y económico; sino uno en
lo referente a lo moral. Estamos rozando unas aptitudes de comportamiento que
ni por lo más remoto se nos hubieran ocurrido pensar que se llevarían a cabo.
La
expresión de “todo vale” se está
imponiendo de tal manera que es hoy día el pan de cada día.
Las
responsabilidades en el terreno laboral, profesional y de educación se están
descerrajando a pasos forzados.
Empezamos a
añorar los momentos en los que dos hombres se daban la mano y se cerraba un
contrato, sabiendo que eso era sagrado y bajo ningún concepto se ropería la
palabra dada o traicionaría el trabajo a realizar.
Necesitamos
un cambio radical, quizás esta crisis que tan duro nos golpea sirva para poder
replantearnos que es lo que queremos y hasta donde estamos dispuestos a pagar
para llegar a término. Creo que de las decisiones que ahora tomemos dependerá
en gran manera el futuro de nuestros hijos.
No hace
muchos años cuando alguien no cumplía con lo pactado o realizaba un trabajo mal
tenía miedo de las consecuencias, tanto legales como de imagen que esto le
pudiera ocasionar. Hoy día con la sencilla respuesta de allá tu “si
quieres me denuncias” está todo dicho. Al final el chascarrillo gitano de “pleitos tengas y los ganes” resume con
facilidad la realidad actual.
Solo son
unas reflexiones que deberíamos realizar todos, cada día más para ver a que
conclusión llegamos y pasar a la acción que corresponda.
Como dirían
los budistas, si ves a una mala persona, a continuación examínate a ti.

